Un pasillo y 12 puertas

Mis ojos solo veían ese largo pasillo con sus 12 habitaciones, mis oídos solo escuchaban el silencio de una calurosa mañana de agosto. Mi lengua y mi boca no paraban de moverse por esos pequeños nervios al igual que el vello de mi cuerpo se erizaba a medida que pasaban los minutos. Mi nariz empezaba a captar los matices que desprendían esos tabiques, y mi corazón presentía que ese lugar era tan especial como con el tiempo pude comprobar.

Tenía 21 años, algunos pueden pensar que era muy joven para trabajar en un Centro de Protección de Menores, y realmente lo era, pero las ganas de dedicarme a la Educación Social superaba la adversidad de la edad.

Todavía recuerdo ese primer día como si fuera ayer, y han pasado 2 años y 7 meses, 2 años y 7 meses en los que me he convertido como un niño de tres años, (ya que como dicen de los bebes…) me convertí en una esponja; observaba, observaba y seguía observando a cada uno de mis compañeros, y eso me ayudo a crecer mucho como educador, ya que los considero unos profesionales muy competentes, muy cualificados, pero sobretodo muy humanos.

Mi estancia como parte de la Casa Don Bosco se podría resumir en una palabra “asombro”, me han asombrado tantísimas cosas… desde el trato cercano, cariñoso, divertido que tienen los educadores con los chavales; el buen ambiente entre compañeros y dirección; las vivencias y experiencias que cuentan los propios chavales; la implicación de todo el personal; hasta haber conocido a los sacerdotes Salesianos, que no dejan de sorprenderme por ese ESTILO tan peculiar, pero a la vez tan bonito que tienen de ver la vida, (no hay manera de que gane ni una partida al Pin Pon con alguno de ellos).

En cambio mi experiencia como educador de la Casa Don Bosco no la podría resumir solo con una palabra, necesitaría alguna más como: gratificante, constructiva, formativa, familiar… y muchas más, pero prefiero quedarme en lo que personalmente es más importante.

El hecho de poder ir cada día a trabajar, y poder compartir momentos con los chavales, con la ilusión y la esperanza de que algún día esos momentos aparezcan en las vidas de los chicos cuando se les presenten las adversidades que ésta presenta, y el pensar que eso que tu un día dijiste, que un día hiciste, o que un día enseñaste pueda ayudar a los chavales, creo que es lo más gratificante que le puede suceder a una persona.

Ser educador en la Casa Don Bosco me ha permitido crecer como profesional, pero sobre todo me ha permitido crecer como persona, ya que cada día te llevas momentos divertidos, momentos no tan divertidos, experiencias increíbles, anécdotas de todos los colores, en definitiva experiencias vitales que nunca nadie te podrá borrar de la memoria, y que durante toda tu vida podrás recordar.

Pero lo cierto es, que todo no ha sido de color de rosa, durante mi estancia en la Casa Don Bosco ha habido momentos en los que como ya he dicho, me he sentido bien, satisfecho con mi trabajo, seguro de mi mismo… pero en cambio también ha habido momentos complicados, en los que te llegas a plantear si la profesión que has elegido es realmente la adecuada, momentos en los que dudas de tu presente, momentos, porque no decirlo, en los que te encuentras en un dilema profesional y personal muy complicado.Y es en esos momentos cuando aparecen las personas importantes en tu vida, te apoyas en ellos, y tomas la decisión correcta. En mi caso esas personas fueron algunos miembros de mi familia y algunos compañeros, y esta situación me hizo darme cuenta de que nosotros debíamos estar ahí por si los chavales se encontraban alguna vez ante un dilema como el mio, pudieramos ser la personas a quien ellos pudieran acudir, siendo una parte importante de sus vidas como lo fueron para mí, mi familia y mis compañeros.

2 años y 7 meses, y todavía miro aquel pasillo con los mismos ojos, escucho el silencio de la misma forma, recuerdo el olor cogiendo bocanadas de aire mientras pienso que me deparará ese día, recuerdo ese primer día y todo sigue igual. El único que ha cambiado he sido yo, que recuerdo a la persona que entró, y veo la persona que ahora soy, y me doy cuenta de todo lo que he aprendido, y lo mucho que me queda por aprender.

Luismi (FISAT-Valencia)